lunes, 29 de noviembre de 2010

Desmontando a los bastardos (Parte I)

Antes que nada, Leslie Nielsen. Nos ha dejado, y la verdad es que es raro. Entre muchos recuerdos de mi infancia, guardo el de ver una infinidad de veces sus películas sentada en el sofá con mi familia. Creo que a todos nos ha dado muchos buenos momentos, así que, que descanse en paz.


Por otro lado, el viernes por la noche, pusieron por el Plus Inglourious Basterds. Yo que no tenía nada mejor que hacer, y desde que la vi allá por su estreno, no la había vuelto a ver, me puse a verla. Y joder. La recordaba buena, pero no tan tremenda. Tarantino me hizo volver a flipar como él sabe, por eso lo amo tanto. Y lo hizo a pesar de ese doblaje criminal: Hans Landa parece un gay alocado e impone la mitad, Brad Pitt pierde la mitad de la gracia sin su acentazo, Daniel Brühl parece retrasado, Eli Roth parece que esté menos loco, Danie Kruger está un poco ridícula y la pedazo de escena en italiano pierde todo el sentido. Creo que la que mejor parada sale con diferencia es Mélanie Laurent, pero bueno. El caso es que, a pesar de querer asesinar a quien aprobó ese doblaje, flipé con la película otra vez. Y me di cuenta de lo enorme que era, capítulo por capítulo, cada uno acojonante a su manera.

Así que he decidido hacer como un especial de los bastardos, y comentar capítulo por capítulo, porque lo merece. Aviso que voy a destripar los capítulos sin pensar en si hago spoilers o no, así que, si no la habéis visto, no leáis nada de lo que venga a partir de ahora.

No sé si haré las cinco actualizaciones seguidas o intercalaré con otras cosas. Probablemente esto último para no saturar. Y a todo esto, aún no sé qué será de mi conexión... Pero allá vamos.

Capítulo 1: Érase una vez...En la Francia ocupada por los nazis

Supongo que una película puede empezar incluso mejor que como lo hace esta. Pero no creo que, esta película en concreto, pueda empezar mejor de cómo lo hace.

No recuerdo exactamente, pero creo que son más de 20 minutos de escena. ¿Y en qué consiste la escena? Señoras y señores, con ustedes, el irrepetible Hans Landa. Inglourious Basterds tiene un coro muy grande de personajes, muy grandes y carismáticos, pero probablemente Hans Landa sea el que más fuerza tiene.

Y aquí lo tenemos, en la primera escena. Hans Landa en estado puro. Imposible no temerle y no amarle al mismo tiempo. Lo vemos entrando en la cabaña, entablando una conversación amistosa con el granjero que incluso lo está pasando peor que nosotros. Ahí vemos a Hans Landa, pasándose del francés al alemán, para que los judíos que esconde el granjero no entiendan ni una palabra de lo que dice.

Esta película tiene muchas virtudes, pero una que llama mucho mi atención es la capacidad que demuestra Tarantino para crear tensión. Una tensión nerviosa, angustiosa. Y todo con la simple presencia de Hans Landa. Yo que ya la había visto, y sabía lo que pasaría, me encontré otra vez con los nervios en el cuerpo, con esa sensación de mal rollo, con ese Hans Landa que impone y lo hace suyo todo: el escenario, la cámara, la escena, el diálogo, el ambiente.

Sabes que algo malo va a pasar. Lo sabes desde que lo ves bajarse de su coche, y ves cómo se dirige a la casa del granjero. Lo sabes con más seguridad conforme Hans Landa va introduciendo poco a poco el tema de los judíos, aunque lo haga con esa sonrisa mientras se bebe un vaso de leche. Lo sabes, también, porque el señor LaPadite sufre y sabe que la cosa puede acabar muy mal. No hay escapatoria. Pero el conflicto se alarga. Hans Landa habla, y habla. Sin prisa. Lo cual crea aún más desesperación.

Tarantino se permite hasta meter un toque de su humor, cuando Hans Landa decide sacar su pipa para fumar, el triple de grande que la de LaPadite. Y se permite uno de esos puntos de guión que te hace pensar que es un jodido genio.

Hablo de la comparación que hace Hans Landa de los judíos con las ratas. Es impresionante. Cómo resume la esencia del odio, de la intolerancia; del sin sentido que supone, y cómo nos hace hacer examen de conciencia, haciéndonos ver que todos podemos pecar de ello. Con unas simples frases, con una simple comparación. Para quitarse el sombrero, es que no hace falta añadir nada, ni explicarla. Es que Hans Landa lo dice todo de una manera tan sencilla...

Por supuesto, sí, todo acaba mal. LaPadite acaba reconociendo que esconde judíos, y se los entrega en bandeja a Landa. No podemos culparle, hemos sufrido con él. Probablemente, hubiéramos hecho lo mismo, y no habríamos aguantado tanto tiempo. Quizá con otro oficial nazi, no hubiera sido igual. Pero era Hans Landa.

El cazador de judíos atrapa a sus presas. Pero una escapa. ¡Au revoir, Shoshanna!

Y sin darte cuenta, ha acabado el primer capítulo. Esta primera historia de las cinco que componen la gran historia que es Inglourious Basterds. Hemos conocido a Hans Landa, y en poco tiempo, nos hemos dado cuenta de lo que es capaz, de cómo nos hace sentir. Hemos estado casi media hora (o media hora) aguantando la respiración, con el corazón en un puño. Acabamos de ver un comienzo increíble, nada fácil de conseguir. Tiene que ser el principio de algo muy grande. Y lo es.

5 comentarios:

  1. yo la vi el sábado, por fin en versión original (gracias señor canal plus por dejarme verla en VOS) y la de mil vueltas a la doblada
    la escena en italiano es muy, muy buena, pero ya hablaremos de ella cuando llegue su parte, igual que la del tiro en los huevos o la final...

    De este capítulo, el personaje de Landa me encante, un hijo de puta enorme, que se cree el más listo de todos, pero que al fin y al cabo es el más gilipollas de la película (nazi tenía que ser). Y la última escena del capítulo es bestial

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  2. Tengo que volver a ver esta película, porque creo que merece un visionado tras otro!

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  3. Este hombre es enorme, qué Oscar tan merecido que se llevó (y qué Oscars tan merecidos como mejor guión original y mejor director no se llevó).

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  4. También está muy bien el personaje que tiene escondidos a los judios. Todo el discurso de Landa tiene un reflejo en el rostro de LaPadite, que aunque intenta permanecer con cara de poker, en su mirada se puede leer el miedo.

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