No quiero ni mirar cuándo fue la última vez que actualicé el blog. Llevo mucho tiempo queriéndolo retomar, sintiendo la necesidad de volcar lo que el cine me da en palabras que no sirven de nada, pero que a la vez sirven de tanto. Pero no quería rescatarlo para volverlo a abandonar. No sé si será mi vuelta definitiva, pero no he podido resistir venir aquí tras ver The force awakens, y ahora que estoy trabajando en un cine en Londres, quizá sea un buen momento para hacerlo. Sea como sea, dejo de hablar de mí, y vamos a lo importante.
Star Wars son palabras mayores. No voy a gastar tiempo en hablar sobre qué es Star Wars, mucho más que unas películas, mucho más que simple cultura pop; más cercana a ser parte de muchas vidas y de quiénes somos y cuáles son nuestros gustos. Habrá infinidad de gente que ya lo haya hecho, y muchísimo mejor de lo que yo podría hacerlo. Solo me permito cierto romanticismo al escribir que Star Wars es parte de mi infancia, de mi adolescencia, de mi vida adulta, de mi pasión por el cine y de mucho más, y que me encanta formar parte de la gente que siente un escalofrío al escuchar esa banda sonora o que se permite soñar con ser un samurai espacial con sable láser. Y escribo con el corazón en la mano, sin pretensiones críticas, con mi camiseta de Darth Vader puesta, con mis flyers de The Force Awakens pegados en mi habitación e infinidad de merchandising que deja claro que para mí esta película era un evento importante.
Cuando se anunció el proyecto, tenía muchas dudas. Es comprensible tras esa ya infame reciente trilogía. Pero, sorpresas que te da la vida, esa trilogía parecía necesaria y ésta no; y si algo me sobra ahora son los episodios I, II y III; y el VII me ha hecho recuperar algo que pensaba perdido ya con Star Wars (a no ser que recurriera a la trilogía original, claro): la ilusión. Porque Star Wars es muchas cosas, y una de ella es ilusión, y otra de ellas, emoción. Emoción como la que sentimos muchas personas al ver aparecer el “Hace mucho en una galaxia muy, muy lejana”, que anoche volví a sentir en una sala que rompió en aplausos en ese momento. Esa emoción es una gran responsabilidad, y fue recompensada con ilusión.
Ilusión por sentir que hemos vuelto a ése universo que nunca hemos podido dejar. Porque, sinceramente, si pienso fríamente ciertos detalles argumentales de The force awakens, puedo encontrar fallos y aspectos mejorables. Pero el cine es ilusión y es magia cuando se hace bien, y puedes sentir esa chispa cuando ves este episodio VII. No pesan, nada pesa, ni siquiera la duración, y la película vuela en un viaje de puro entretenimiento, diversión, aventuras como las de los blockbusters de antes, pero con toques de estilo actual. Al contrario que en la infame trilogía, los personajes ya conocidos, sientes que son ellos y no una mala caricatura; a los nuevos los recibes con los brazos abiertos y, como ya he dicho, sientes que has vuelto a casa, como bien le dice Han Solo a Chewie. Y esto, esa ilusión, ese entretenimiento puro, eso, es cine; aunque el cine sea también otras muchas cosas.
The force awakens le debe casi todo a Una nueva esperanza, en cuanto a personajes e incluso estructura de la película, componiendo una especie de homenaje-película paralela, que funciona como una conexión entre esa trilogía y esta nueva que comienza. Es una introducción, es una presentación, es una invitación a abrazar la nostalgia y recordar que los personajes de antes siempre estarán con nosotros, pero que es hora de que otros empiecen su propia aventura y que nosotros les acompañemos. Pero qué introducción tan divertida. Con buenos combates sable láser, con buenas escenas de acción, con acierto visual (con un equilibrio entre lo digital y lo real que es lo que debieron ser esas peliculillas de la infame trilogía); con el carisma de Han Solo que no desaparece con los años; con un Chewbacca maravilloso; con unos momentos que nos recuerdan que Han Solo y Leia son una de las parejas más guays del cine; con un Kylo Ren del que necesitamos ver más; con unos personajes que se cuestionan de qué lado están; con un BB-8 como la versión adorable y dócil del gruñón, y líder y héroe absoluto, R2-D2; con una demostración de que la mujer en las películas de acción no son solo un adorno del protagonista masculino y de que tienen que tener el mismo tratamiento que los hombres en pantalla; con una Rei que es absolutamente maravillosa; y con un Finn que nos gana desde el minuto uno.
Y, como buena introducción y como buen puente entre antiguas y nuevas, necesita una continuación a la altura, que resuelva dudas, que se ponga seria y que entre en materia nueva. Y si se hace bien, si se hace como se ha hecho ésta, definitivamente, es hora de relajarse, disfrutar y volver a sentir la ilusión y la llamada de la fuerza.
Star Wars son palabras mayores. No voy a gastar tiempo en hablar sobre qué es Star Wars, mucho más que unas películas, mucho más que simple cultura pop; más cercana a ser parte de muchas vidas y de quiénes somos y cuáles son nuestros gustos. Habrá infinidad de gente que ya lo haya hecho, y muchísimo mejor de lo que yo podría hacerlo. Solo me permito cierto romanticismo al escribir que Star Wars es parte de mi infancia, de mi adolescencia, de mi vida adulta, de mi pasión por el cine y de mucho más, y que me encanta formar parte de la gente que siente un escalofrío al escuchar esa banda sonora o que se permite soñar con ser un samurai espacial con sable láser. Y escribo con el corazón en la mano, sin pretensiones críticas, con mi camiseta de Darth Vader puesta, con mis flyers de The Force Awakens pegados en mi habitación e infinidad de merchandising que deja claro que para mí esta película era un evento importante.
Cuando se anunció el proyecto, tenía muchas dudas. Es comprensible tras esa ya infame reciente trilogía. Pero, sorpresas que te da la vida, esa trilogía parecía necesaria y ésta no; y si algo me sobra ahora son los episodios I, II y III; y el VII me ha hecho recuperar algo que pensaba perdido ya con Star Wars (a no ser que recurriera a la trilogía original, claro): la ilusión. Porque Star Wars es muchas cosas, y una de ella es ilusión, y otra de ellas, emoción. Emoción como la que sentimos muchas personas al ver aparecer el “Hace mucho en una galaxia muy, muy lejana”, que anoche volví a sentir en una sala que rompió en aplausos en ese momento. Esa emoción es una gran responsabilidad, y fue recompensada con ilusión.
Ilusión por sentir que hemos vuelto a ése universo que nunca hemos podido dejar. Porque, sinceramente, si pienso fríamente ciertos detalles argumentales de The force awakens, puedo encontrar fallos y aspectos mejorables. Pero el cine es ilusión y es magia cuando se hace bien, y puedes sentir esa chispa cuando ves este episodio VII. No pesan, nada pesa, ni siquiera la duración, y la película vuela en un viaje de puro entretenimiento, diversión, aventuras como las de los blockbusters de antes, pero con toques de estilo actual. Al contrario que en la infame trilogía, los personajes ya conocidos, sientes que son ellos y no una mala caricatura; a los nuevos los recibes con los brazos abiertos y, como ya he dicho, sientes que has vuelto a casa, como bien le dice Han Solo a Chewie. Y esto, esa ilusión, ese entretenimiento puro, eso, es cine; aunque el cine sea también otras muchas cosas.
The force awakens le debe casi todo a Una nueva esperanza, en cuanto a personajes e incluso estructura de la película, componiendo una especie de homenaje-película paralela, que funciona como una conexión entre esa trilogía y esta nueva que comienza. Es una introducción, es una presentación, es una invitación a abrazar la nostalgia y recordar que los personajes de antes siempre estarán con nosotros, pero que es hora de que otros empiecen su propia aventura y que nosotros les acompañemos. Pero qué introducción tan divertida. Con buenos combates sable láser, con buenas escenas de acción, con acierto visual (con un equilibrio entre lo digital y lo real que es lo que debieron ser esas peliculillas de la infame trilogía); con el carisma de Han Solo que no desaparece con los años; con un Chewbacca maravilloso; con unos momentos que nos recuerdan que Han Solo y Leia son una de las parejas más guays del cine; con un Kylo Ren del que necesitamos ver más; con unos personajes que se cuestionan de qué lado están; con un BB-8 como la versión adorable y dócil del gruñón, y líder y héroe absoluto, R2-D2; con una demostración de que la mujer en las películas de acción no son solo un adorno del protagonista masculino y de que tienen que tener el mismo tratamiento que los hombres en pantalla; con una Rei que es absolutamente maravillosa; y con un Finn que nos gana desde el minuto uno.
Y, como buena introducción y como buen puente entre antiguas y nuevas, necesita una continuación a la altura, que resuelva dudas, que se ponga seria y que entre en materia nueva. Y si se hace bien, si se hace como se ha hecho ésta, definitivamente, es hora de relajarse, disfrutar y volver a sentir la ilusión y la llamada de la fuerza.