No he podido evitar acordarme de Freaks (La parada de los monstruos), de Tod Browning. Aunque para mí son distintas, y la de Lynch me ha llegado y gustado más. Aún así, ambas enseñan que la monstruosidad no tiene nada que ver con el aspecto de cada uno de manera bastante impactante y directa.
El hombre elefante. Así es conocido John Merrick, que padece unas terribles deformidades y es exhibido como una atracción de feria en un circo, hasta que el doctor Treves, interpretado por un gran Anthony Hopkins, le salva. Poco a poco, nos dejan conocer a John Merrick, a John Merrick el ser humano. Y es un ser humano extraordinario. Es amable, es tierno, es agradecido, es sensible.
Tiene algún momento terriblemente duro, aunque las sensaciones que deja no son únicamente de dureza o de tristeza. Lo cierto es que he llorado varias veces, y no solo por malos sentimientos. Por un lado, está la vergüenza por el comportamiento de la gente. En fin, si nos dedicamos a no dejar vivir a otros solo por ser diferentes, qué se puede esperar que le hagamos a alguien como John Merrick, tan distinto en apariencia. Pero no, debajo del color de piel, de lo que llevemos puesto, de las religiones, del físico...hay algo, ahí dentro: lo que cada uno es en realidad. Por suerte, hay grandes personas, como el doctor Treves y, por supuesto, John Merrick. Pero hay gente, que a pesar de su apariencia, en su interior no hay un ser humano: hay un monstruo.
Es triste, dura, pero al mismo tiempo es preciosa. Los seres humanos somos horribles y tenemos mucho que aprender de otros. Pero es que, esos otros, aportan esperanza con respecto a la raza humana: somos capaces de torturar a alguien, pero también hay otros capaces de dar felicidad. Son dos extremos, lo horrible, lo monstruoso... y lo bonito del ser humano. John Merrick se encuentra en los seres humanos de los que hay que aprender.
En Freaks, además del mensaje que he comentado, se transmite una bofetada: no seamos hipócritas. No nos creamos tampoco los más buenos del mundo solo por no ser parte de lo monstruoso, o los más tolerantes por juzgar a desde el otro lado de la pantalla. Sí, podemos ser tolerantes, pero sabemos, también, que hacemos una separación: ellos, los freaks, y nosotros. En El hombre elefante, creo que se muestra bien. Sí, está lo horrible que puede ser la gente; pero también están las personas, que a pesar de que les disguste, les tire para atrás en un primer momento el aspecto de John Merrick o tengan algún sentimiento como de separación o rechazo, son capaces de saltarse esas barreras y tratar a John Merrick como lo que es: un ser humano. Cuidarle, preocuparse por él, ayudarle, intentar que sea feliz. Porque lo merece. Y comportándonos tan bien con las personas, obtenemos resultados impagables: ver a esa persona llorando, emocionada, agradecida, por todo lo que ha recibido.
Da igual. Da igual si somos hipócritas en el fondo o no lo somos. Vamos a preocuparnos por no convertirnos en monstruos, e intentar ser grandes personas. Da igual nuestro aspecto o el suyo: intentémoslo.
John Merrick: reconozco que en un principio me inquietaba tu aspecto. Pero me alegro tanto de poder haberte conocido. Eres una gran persona, y no de todos se puede decir lo mismo.